Pero bueno, en mi post pasado mencionaba que una de las cosas de las que más me arrepiento en la vida, es de haber manejado tapiz y haber chocado. De irme en una cuneta no pasé pero el incidente me persigue hasta el día de hoy por el típico "que pudo haber pasado" y el sentimiento aumenta con el inicio de un juicio como este. Pensar en eso me crea mil sensaciones, pero sobre todo decepción, dolor y toneladas de arrepentimiento. Pero eso es harina de otro costal.
No conocí ni a Rebeca, ni a Diego, ni a Natalia. Sólo sé que eran muchachos como yo: universitarios, estudiosos, nacidos a finales de los 80's, fruto de familias dedicadas y amorosas y con amigos de los buenos, de esos que están con uno en las buenas y en las malas.
Pero con Natalia, el caso es un poco diferente. Verán, como twittera que soy me gusta andar igualmente deambulando por la blogosfera tica para reirme con los post de Burro de Licha, para identificarme con los de Tita Bobra, para informarme con los de Fusil de Chispas y en una de tantas fui a dar al blog de un señor que se llama Alejandro Trejos. Y veía que hablaba mucho de una muchacha que se llama (porque aún se llama así, el nombre no se lo han cambiado aunque no esté aquí) Natalia. Y al principio no entendía o más bien, no recordaba. Porque el caso lo he tenido siempre muy presente, más considerando que la noche que me jalé mi torta fue una noche del mismo año.
Y el blog lo fui leyendo, leía todo en realidad pero me interesaban los posts que hablaban de Natalia. Los que hablaban de las mariposas. Y así fui conociendo a una muchacha dulce, simpática, graciosa, generosa y sobre todo de gran corazón. Leer los posts de don Alejandro me hicieron ver lo que es el amor de un padre por su hija, cosas que a veces uno no entiende ya sea por necedad o por juventud o por rebeldía. No lo sé. Pero en definitiva, algo dentro mío cambió: no sólo me hizo valorar aún más el regalo de la vida sino que me hizo comprender que no hay que ser padre o madre para entender ese amor. Simplemente hay que abrir los ojos, la cabeza y el corazón.
A don Alejandro, sin conocerlo, le doy las gracias porque no sólo me ayudó a valorar aún más la relación con mis padres sino que le agradezco, por permitirme conocer a su hija que sin duda era una muchacha maravillosa con grandes valores y un corazón aún más grande. Estoy segura que ella debe sentir un gran orgullo de tener un padre como usted.
En el juicio le deseo lo mejor a usted, a su familia y a Natalia.
1 comentarios on "Rebeca, Diego y Natalia"
Presionó un par de puntos sensibles para mí.
Yo nunca he sido tomador, por ende, nunca he estado borracho; pero sí manejo.
El otro es que tengo igual interés (no legal, sino humano) en el caso de estos chicos, por varias razones.
Su inmortalización bajo el puente (quiero reservarme el nombre porque sí) y en otros puntos del GAM me parece muy interesante y significativa sobre sus cercanos.
Una razón fuerte es que mi ex novia (hoy amiga) tuvo relación con Diego y Natalia, especialmente con Diego.
Otra es que lo que he escuchado sobre ellos me levanta gran pesar por no haberlos conocido. Una cercana a ellos, Meche, es una gran mujer.
Esta historia es digna de una fundación, ¿la hay? Un abrazo a quienes los querían.
Publicar un comentario